Beatriz Menjívar
Redacción Diario Co Latino
Zaragoza es singular, se sale del canon de los típicos pueblos del país. Contrario a ellos, no tiene un parque adornado con una ceiba como punto de reunión social o simple referencia geográfica, escasean las calles con aceras y el agua también.
En el centro urbano, la escena de mujeres o niños con cántaros en busca de agua es común, bajando “a compresión” una pendiente, se encuentra la colonia Maldonado.
Sobre esa pendiente camina Marta Yamileth, tiene diez años y acaba de pasar a quinto grado, va despacio, con paso firme para no derramar ni una gota de agua que lleva en su cántaro azul.
El sol ya está casi en el meridiano y su mamá en la puerta a la espera de que llegue con el agua potable para empezar a preparar el almuerzo, porque el agua del nacimiento de Prados de Zaragoza “no sirve para cocinar” explica la niña.
Ahora camino hacia la “zona verde” de la Urbanización Prados de Zaragoza, donde está el bondadoso nacimiento que abastece a la Colonia Maldonado, a El Zaite, a la gente del pueblo, a los de la San Nicolás.
Dejo la pendiente, cruzo el cementerio, y me interno - monte, vereda, monte - el ruido de un panzazo en el agua y el olor a jabón me dice que estoy cerca.
David y Juan Antonio hacen clavados en el nacimiento que los vecinos han acondicionado a manera de pila, tienen quince y 18 años, y “padecen de sordera” cuando su vecina Sonia López, les advierte que la pila no es piscina.
Sonia empieza a quejarse de la situación del agua al darse cuenta que hay una periodista husmeando, me explica con cierto grado de dramatismo que es “la más afectada” por la escasez del agua, aunque vive como a 25 metros del nacimiento.
Ella ignora el caso de su vecina de lavadero, Teresa de Jesús Morán, quien con su cuerpo menudo, sus 53 años encima y dos nietas, llega a lavar a las nueve de la mañana y se van hasta las doce.
Con hablar pausado, Teresa cuenta que la situación del agua “es crítica”, a su esposo e hijo les toca “madrugar” a traer agua hasta el pueblo y dejarla abastecida antes de irse al trabajo, pero que sufre más en verano porque se va secando el nacimiento, “cuesta hasta encontrar puesto. Hay que mañanear y esperar”, explica.
A visión del Párroco de la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, José Campos la situación del agua se ha tornado crítica desde unos once años atrás y no sólo en verano.
“Este ha sido un lamento por varios años de la comunidad. Hace unos once años la población era de unos 18 mil, ahora somos 35 mil. Las nuevas residenciales también demandan agua, y el caudal no se ha incrementado”, razona bajo su visión de ingeniero el párroco.
En este punto coincide casi cualquier ciudadano del lugar, para ellos la explicación a la escasez del vital líquido es la falta de un racionamiento en las residenciales que preceden al pueblo y el nulo interés de la administración de ANDA por darles una solución.
Manuel Sigarán, miembro de Comité pro Defensa del Agua Potable de Zaragoza, afirma que el desarrollo habitacional entre Santa Tecla y Zaragoza los ha dejado “sin agua”.
Para Sigarán, “el desarrollo consume un montón de agua”, pero que el anterior gerente de la región central de ANDA, Max Faustino Sorto, les afirmaba que la institución y la empresa privada tenía un proyecto llamado Fi-Hidro, donde pondrían un tubo de 12 pulgadas y cuatro mil acometidas para que el desabastecimiento que padecen quedara de una vez en el olvido.
De eso, la tubería y las acometidas prometidas se desviaron para Ayagualo, y un tanque de captación que en teoría esta destinado para Zaragoza, ahora abastece a la residencial Peña Flor.
Las explicaciones de la transferencia aún las buscan las autoridades de ANDA, al igual que las necesidades que este pueblo padece.
El nuevo gerente, Frederick Benítez les afirmó en una reciente reunión que las demandas de agua de Zaragoza no aparecen por ningún sitio. Para Sigarán la explicación es simple “Max no había tomado en cuenta nuestras demandas”.
Y mientras se busca una salida al problema las diferencias entre “colonias” y “residenciales” son evidentes. Los pobladores de la Colonia San Judas se las ven mal; al igual que la Maldonado, o la “abandonada” como la mal llaman sus vecinos.
Tantas penas en pleno centro urbano de Zaragoza me inquieta, trato de abordar al alcalde, que según los pobladores lleva tres periodos al frente de este sediento pueblo, pero al cruzar el umbral de la alcaldía la secretaria me afirma que “no está”.
A las dos de la tarde de un jueves, me imagino que el edil debe estar atendiendo otros asuntos laborales, se me acerca otro empleado y me afirma que no podré hablar con él porque “esta fuera del país”, y al indagar el motivo de su viaje el empleado me corta en seco con un “no está”, a manera de - no pregunte más -.
Sin más que hacer, la secretaria me indica que “llame el lunes, por la tarde” porque el edil “estudia y no la puede atender por la mañana”.
Del alcalde sólo alcancé a conocer su rostro joven y afable que me sonríe desde una calcomanía pegada en una pared, “Dani Rodríguez tu alcalde. PCN”, alcanzo a leer.
Sin lograr averiguar qué esta haciendo Dani por su rebaño sediento, me enrrumbo a “Las Pilas”, otro nacimiento, pero de la colonia San Judas.
Ahí, en una hondonada donde desembocan las aguas servidas de todo el pueblo, Carolina Benítez y su hijo Matías buscan una solución práctica a la escasez, para ellos no queda más que ir a lavar lo rápido; yo aplico la misma teoría, establezco una pequeña conversación y me voy, el hedor que pasa a la par del nacimiento es insoportable. “No nos oponemos a que los alrededores de Zaragoza hayan crecido y urbanizado, pero todos debemos tener agua. El agua es más importante que la energía, que las tarjetas, que el celular. El pueblo pide que se le abastezca porque paga, y también los pobres empujan la economía del país”, opina el párroco, desde su visión de “justicia social”.
Con el cambio de administración en ANDA Sigarán se muestra optimista “la recuperación de los pozos que están haciendo en la capital nos tiene con pensamientos positivos. Las autoridades dicen que están negociando con Fi-Hidro para lograr las acometidas que nos habían dicho”.
Igual posición toma el párroco, “con el comité pro defensa del agua hemos visitado a las nuevas autoridades de ANDA, pero la camisa es grande”, dice.
Y entre una reunión y otra, los días pasan, el cantón El Corralito no tiene nada que envidiarle al casco urbano, salvo su cercanía con la modernidad.
En El Corralito ni siquiera hay tuberías de agua potable y el agua domiciliar parece un ensueño, sólo los ojos de agua les muestran su bonanza.
Igual están La Maldonado y la San Judas, porque cuando uno se empieza a internar en ellas parece que el modernismo queda lejos, allá, detrás de las montañas que la rodean.
Lejos queda también el agua.
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