Venado capturado y enjaulado en el Zoológico de La Finca San Ernesto En Comasagua.
Por Henry Barrillas.
En El Salvador hay muchas formas de contrabando, narcotrafico, trafico de armas, de menores, trata de personas y hasta trafico de animales silvestres.
En lo personal he sido testigo saqueo de huevos de tortugas en las playas salvadoreñas, así como también de captura de venados y pericos en Comasagua. También del asesinato de muchas especies silvestres para la alimentación de algunas familias en La Cordillera del Bálsamo.
En el territorio de La Cordillera del Bálsamo, sobre todo en las zonas altas de la micro región El Bálsamo (Municipios de Jayaque, Talnique, Comasagua, Tepecoyo, Chiltiupan, Teotepeque), encontramos animales silvestres y salvajes como Ardillas, Venados, Mapaches, coyotes, zorrillos, zorros, cotuzas, topos o taltuzas, gatos monteces, conejos y una infinidad de aves y reptiles.
El ave de rapiña conocida en El Salvador como Gabilan, en busca de la comida desde un arbol sobre el Río Comasagua
Muchos de los animales que menciono están en peligro de extinción por muchas razones, caza para alimentación de las familias (que no lo justifica), caza para venta y trafico de animales, caza por deporte y hasta el simple hecho de querer domesticar algunas especies salvajes en sus hogares y por la destrucción de sus habitat.
Comparto una nota con un titulo bastante interesante de la colega Johana Peña publicada en Contrapunto el pasado jueves 16 de septiembre de 2009.
Mapache capturado y enjaulado en el zoologico de La Finca San Ernesto en Comasagua
Dios los crea y el hombre los vende
Por Johana Peña
El Mercado Central de San Salvador es, uno de los centros más grande de tráfico de animales, un problema visible pero no resuelto.
SAN SALVADOR- Aves, mamíferos y reptiles tienen un precio sobre sus pellejos y plumajes, y pueden ser adquiridos en el Mercado Central de San Salvador, como quien compra unas libras de papas.
El canto de las aves, dentro de los pasillos del mercado, es una pista que indica que se ha llegado a la zona de venta. Es un lugar atiborrado de jaulas en el que no solo pájaros de variados colores pagan una condena, sino iguanas y garrobos silvestres, aunque se pueden comercializar estos reptiles si son criados en granjas.
Pero los del Mercado Central están amarados de sus patas y cosidos de sus hocicos, como evitando que hablen de su sufrimiento, todos puestos unos sobre otros en grandes canastos, esperando por un comprador.
La venta de fauna silvestre, nacional y exótica —esta última traída en su mayoría desde los países limítrofes —es muy común en todo el mercado. Los animales son incluso “correteados” en cada uno de los pasillos.
Un negocio muy lucrativo
Entre los puestos del mercado se encuentra una mujer regordeta sentada en una pequeña silla que apenas soportaba su peso. Con una de sus manos toma una lora de su jaula, y el animal, asustado, lanza picotazos a su captora, pero la señora, acostumbrada a este tipo de aves, la domina de inmediato.
Introduce uno de sus dedos dentro del pico del ave de plumaje verde, que lucha desesperada por escapar, pero es en vano: la mujer toma una jeringa que se encuentra en un guacal lleno de masa en estado semilíquida, y con esta empieza a alimentar a la lora.
“¿Qué anda buscando? mire, aquí tenemos de todo”, menciona si dejar de alimentar a la lora, que cada hace más ruido, como que en lugar de alimentarla la estuviera torturando.
Al preguntarle si tiene en venta un mono, la mujer dice que sí, y da su precio: 200 dólares.
“¿Los trae ya (los dólares) o lo va a encargar?”, pregunta. Empiezo a regatear su precio hasta que concertamos en 175 dólares.
“Pero tiene que pagarlo de un solo porque yo lo tengo que comprar”, dice la mujer, que insiste en alimentar a la lora atolondrada por la masa.
El mamífero que sería vendido es un mono cara blanca, originario de las selvas de Centro y Sudamérica, en especial Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Es más conocido como mono capuchino.
Para proporcionar esta clase de especies a los compradores, los traficantes deben matar a su madre, pues de lo contrario no habría manera de que la madre deje que se lleven a su cría.
“El tráfico no es algo casual, es una realidad y nosotros estamos trabajando ahorita para cerrarles los puntos de abastecimiento, pero la venta de vida silvestre es parte del crimen organizado, es una red de traficantes”, señala el jefe de la División Medioambiental de la Policía Nacional Civil (PNC), inspector Iván Orlando Rivas.
Según algunas asociaciones internacionales de protección de la fauna en peligro de extinción se ha determinado que el tráfico de animales brinda a los traficantes jugosas ganancias. El negocio está solo detrás del tráfico de drogas y armas.
“Hemos hecho esfuerzos (por erradicar el tráfico), pero la gente los vende, obviamente se decomisan, pero ellos vuelven a recuperarlos, o los compran, por eso lo que buscamos es cerrar los espacios”, dice el inspector Rivas.
Según la veterinaria de la Fundación Zoológica de El Salvador (Funzel), Patricia Ramírez, el problema no es solo la venta, sino la compra de estas especies.
“Uno de los grandes retos es sensibilizar a la población, es importante que la gente sepa que los animales silvestres no son mascotas, porque tienen conductas que en algún momento puede ser agresiva para el ser humano. Además afecta los ecosistemas al ir mermando las poblaciones de cada una de estos especímenes”, dice Ramírez.
En manos equivocadas
Luego de que algunas personas se hacen de una mascota silvestre, no siempre saben cómo cuidarlas y en el peor de los casos sufren maltratos. Luego quieren devolverlos a la madre naturaleza, sin que los animales hayan desarrollado sus habilidades para poder defenderse y sobrevivir.
Como Pepe y Paco, dos traviesos mapaches de ocho meses de edad, que duermen tranquilamente en una jaula de aproximadamente medio metro cuadrado, en el Mercado Central.
Su dueño, Jonathan Peña, un joven que posee una venta de carne en ese mercado, menciona que le gustan los animales, que tanto Pepe como Paco están mejor con él que en el Zoológico Nacional.
“Acá los pasaron vendiendo. Tenemos una hembra también pero está dormida, a mí me gustan porque salen de lo común y son animales en peligro de extinción. Yo creo que uno los cuida mejor que mandarlos a otro lado, en algunas partes los matan”, menciona Jonathan, convencido de que hace un bien al comprar animales silvestres.
Pero según la veterinaria de Funzel, la mayoría de los mamíferos se acostumbran a las personas que los rodean pero esto no quiere decir que se domestiquen.
Los mapaches, agrega, son los más complicados de liberar. Porque se acostumbran a tal grado que son difíciles de incorporar a la vida silvestre o que puedan ser incorporados a una familia de su misma especie, porque son gregarios, ellos rechazan a nuevos miembros.
Para la veterinaria, el daño que reciben estos animales es muy grave.
“Se les atrofia sus capacidades naturales, se les atrofia su capacidad de vuelo, su capacidad de autosuficiencia en proveerse su alimentación, además de su capacidad de relacionarse con otros miembros de su misma especie, es toda una serie de elementos”, dice.
Muchos planes, poca acción
El Salvador es uno de los 175 países firmante de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (Cites), uno de los tratados internacionales que busca la protección de fauna y flora silvestre: El convenio es ley de la República desde 1987.
Según la coordinadora de la oficina del Cites en el país, Carmen Elena Álvarez, el trabajo que se ha realizado en conjunto con otras instituciones ha dado resultados positivos.
“Nosotros coordinamos ciertos operativos con la (división medioambiental de la) Policía Nacional Civil, con la participación del ministerio de Medio Ambiente”, para recuperar algunas especies que se encuentran protegidas gracias al convenio.
Entre los mamíferos que se encuentran dentro de la categoría Cites están: los monos aullador, capuchino y araña; el pesote, micoleón, ocelote (un pequeño leopardo), etc.
Las aves son sin duda la especie más golpeada: pericos, catalnicas, urracas, loras, gavilanes, búhos, halcones y chachas son decomisados en los pasos fronterizos o tiendas particulares.
Pero estos al ser rescatados, no siempre están en las mejores condiciones, pues “muchas veces, como los mandan en contrabando, traen (los animales) hacinados, muchos se ahogan, otros vienen deshidratados” y en el peor de los casos, muertos, dice Álvarez.
Pero a pesar del trabajo compartido, hay deficiencias que resolver.
Para el inspector Rivas, una de las dificultades para realizar el trabajo de protección y requisas en focos identificados es la falta de recursos.
“Lo que se necesita en toda institución que trabajamos en el combate o por el bienestar del medio ambiente, son los recursos, recursos personales, materiales, todo…eso es lo que se necesita y eso no es un secreto”, manifiesta el inspector Rivas.
A nivel nacional, dice, se cuenta con muy poco personal y este debe realizar además de su trabajo especializado, apoyo a las actividades que como PNC responde.
“Aunque seamos una unidad de medio ambiente, lastimosamente no podemos dedicarnos al cien por ciento al trabajo de protección, sino que nos dedicamos al trabajo
de seguridad pública”, agrega.
Según la coordinadora Álvarez, realizar un operativo en el Mercado Central es muy riesgoso, porque se debe de contar con personal de las tres instituciones, ministerio de Medio Ambiente, Cites y PNC, para rescatar y repatriar a los animales a sus lugares de procedencia.
“Para hacer un operativo (en el Mercado Central), tiene que estar involucrada mucha gente, porque dos policías decomisando eso y quinientos vendedores del mercado, es muy riesgoso para ellos y para nosotros”, aseguró la coordinadora del Cites.
Cada uno de los procedimientos de incautación le cuesta recursos financieros al Estado, pues la mayoría de animales incautados son repatriados a sus lugares de procedencia, casi siempre los países limítrofes.
Los animales rescatados, en las carreteras o puntos fronterizos son llevados a albergues o al Zoológico Nacional. Pero mientras se hace lo que se puede, cientos de animales diariamente son vendidos como mascotas o como alimento en los diferentes mercados y carreteras del país.
Como las loras de la señora regordeta del Mercado Central.
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